miércoles, 1 de mayo de 2013

Homilia de San José Obrero


Las lecturas de la liturgia de hoy, como las de siempre, guardan en sí mismas una fuerza inspiradora para todos los que somos creyentes. Nos marcan el camino, diseñan nuestra actuación en la vida de la comunidad.

El Evangelio nos muestra a Jesús fuertemente criticado por los suyos: “¿No es este el hijo del carpintero?” “¿Cómo dice estas cosas?”

Las enseñanzas de Jesús escandalizaban a sus paisanos. ¿De dónde sacaba su sabiduría? Jesús era sabio porque su conocimiento le venía de Dios. El Espíritu, le había conducido para anunciar la buena noticia a los pobres. Pero también era sabio porque conocía a sus ovejas, a todas las personas con las que se encontraba, muchas de ellas harapientos, mendigos, pobres de solemnidad, desesperados por la enfermedad. Como el Papa nos dice: “Jesús era un pastor con olor a oveja”. Estas eran las fuentes en las que Jesús bebía para ser sabio.


Hoy es un día especial para hacer un diagnóstico de nuestra parroquia, como Jesús lo haría. Una mirada a la realidad de nuestro barrio nos dice:
-Que hay muchas personas sin trabajo. Personas que son padres de familia, que han trabajado toda su vida honradamente. Ahora se acercan a la parroquia porque han tocado todos los palillos buscando un trabajo que no encuentran, desesperados porque les cuesta afrontar los pagos a los que se tienen que enfrentar.
-Jóvenes que han terminado sus estudios y viven aún con sus padres, sin poder formar su propia familia, porque tampoco encuentran una salida laboral.
-Familias que se han quedado sin la vivienda que compraron cuando las cosas estaban mejor. Su situación es ahora bastante difícil.
-Emigrantes que han tenido que volver a su país agachando la cabeza, porque aquí no han encontrado el futuro prometido. Los que se han quedado malviven de la caridad, porque no tienen apoyos familiares.
-Las ayudas de cáritas parroquial se han multiplicado por cuatro desde que comenzó la crisis. Y sigue en aumento, mientras que los recursos con los que contamos no crecen en la misma proporción.
-Pero no solo es un problema económico. Quizá lo peor de todo es la sensación de pesimismo y desesperación que existe en muchas personas de nuestro entorno. 

¿Qué hacer como cristianos ante estas y otras situaciones? ¿Nos podemos quedar parados? ¿podemos fingir que la cosa no va con nosotros?

Tendremos en primer lugar que atender en la medida de nuestras posibilidades la demanda de todas estas personas. Hay signos alentadores que demuestran que en nuestra parroquia hay gente con sensibilidad ante estos problemas, que no pasan inadvertidos. Hasta los niños comienzan a ser sensibles con los más necesitados. Los donativos particulares han crecido significativamente. Los voluntarios de cáritas parroquial también han crecido en número y se han organizado para los nuevos tiempos. Estos signos y otros nos ayudan a mantener la esperanza.

Pero no basta con paliar las dificultades. También hay que ser profeta ante ellas. Hay que decirlas, hay que buscar las causas por las que hemos llegado a esta situación. Causas que seguramente son complejas y variadas. Solo quien comprende lo que pasa es capaz de no repetir los errores del pasado. Un análisis sereno, sin partidismos ni ideologías, sin caer en la demagogia, o en lecturas simples. Pero siendo firmes en el compromiso con la verdad. Jesús nos dice: “la verdad os hará libres”.

Es difícil dar soluciones a situaciones tan complejas como las que estamos viviendo. Pero no por ello hemos de dejar de señalar los problemas que aquejan a nuestra sociedad. Uno de ellos es la corrupción que parece instalada en nuestro entorno desde siempre: desacredita a las instituciones y provoca desafección de los ciudadanos honrados por la vida pública. La corrupción no sólo es propia de las clases dirigentes, sino que afecta también a los ámbitos más bajos, tanto laborales como familiares. También es corrupción la explotación laboral de los trabajadores, del mismo modo que lo es el no trabajar lo debido. 


La pobreza, la creciente desigualdad social, son lacras que en poco tiempo están minando a muchas personas que nos rodean. Las consecuencias son dramáticas porque afectan a la dignidad de las personas, las familias, los niños y jóvenes. Cada día es más difícil acceder a la cultura. Cada día es más difícil encontrar trabajo, lo cual da lugar a situaciones de semiesclavitud, con salarios indignos, muchas veces ofrecidos por los propios cristianos. Por no hablar de la situación de personas desempleadas con más de 50 años, que se tienen que resignar a no encontrar ningún trabajo. No podemos dejar que estos problemas se prolonguen en el tiempo, porque mucha gente está al borde de la desesperación.

Otro problema moral de nuestra sociedad es la falta de verdad que se detecta tanto en el ámbito político, como en el económico, en los medios de comunicación. No podemos permitirnos poner por encima de la verdad los intereses ideológicos o económicos, porque al final la opinión pública será escéptica y desconfiada. Jesús nos anima a todos a buscar la verdad, algo difícil hoy en un mundo complejo, lleno de información y a la vez con un bajo conocimiento del fondo de los problemas.

Ante estos problemas que vemos a diario, ¿cómo podemos mirar al cielo para pedir una luz? Necesitamos dejarnos conducir por el Espíritu, como Jesús, como San José, nuestro patrón. El hombre justo, el hombre honrado y trabajador, el padre de familia, San José, se dejó conducir por el Espíritu en momentos difíciles en su vida.


Quizá, el Espíritu de Dios, nos esté indicando caminos nuevos para salir de nuestra crisis. Frente a la tentación de la desesperación, el Espíritu nos abre a la imaginación. Frente a la tentación de la violencia provocada por las situaciones críticas, el Espíritu nos abre a la denuncia pacífica. Frente a la tentación del egoísmo, el Espíritu nos conduce por los senderos de la solidaridad y la justicia en las relaciones laborales. Frente a los intereses egoístas de los países, el Espíritu nos marca un camino de ayuda mutua y colaboración en la superación de la crisis.

La doctrina social de la Iglesia es muy clara en lo que respecta al mundo del trabajo, al modo cómo debe desarrollarse la sociedad: los seres humanos son el centro. Así nos lo dice la primera lectura que hemos escuchado: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Somos imagen de Dios, y como tal, el hombre siempre debe estar por encima de los intereses económicos e ideológicos de las empresas, de los gobiernos, de las instituciones.

Hoy queremos pedirle a San José Obrero, que nos ilumine para abrirnos al Espíritu de Dios, para encontrar caminos nuevos que nos saquen de esta situación crítica. También le pedimos por nuestra parroquia y nuestro barrio, para que nos organicemos como verdaderos hermanos que se apoyen mutuamente en las cosas esenciales, para que dejemos a un lado las diferencias y las críticas que nos separan y sepamos colaborar en la búsqueda del Reino de Dios. San José Obrero, Ruega por nosotros.

José Carlos
Párroco

(Homilía de la Eucaristía del 1 de mayo de 2013, fiesta de San José Obrero)
 

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