domingo, 28 de enero de 2018

Charla: Los laicos, protagonistas de la misión


El próximo lunes 5 de febrero a las 20 h, tendremos en la Parroquia la charla titulada "Los laicos, protagonistas de la misión", pronunciada por D. Óscar Alonso Peno, responsable de pastoral y laico comprometido.

Será en la capilla de abajo.

viernes, 19 de enero de 2018

Evangelio del Domingo


Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a pro¬clamar el Evangelio de Dios. Decía:
—«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su her¬mano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo
Jesús les dijo:
—«Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jor¬naleros y se marcharon con él. 

Mc 1,14-20


REFLEXIÓN: Convertíos y seguidme

Después de los muchos años que pasó de vida oculta en Nazaret con su familia, después de pasar cuarenta días en el desierto y hacerse bautizar por Juan, Jesús tenía ideas claras sobre su misión. Su vida se dedicaría a proclamar la buena nueva de la salvación. El mensaje a comunicar era conciso y concreto: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed en el Evangelio”. Casi diríamos que en su formulación intervino algún profesional del mundo de la publicidad actual. Jesús le dice a su gente que ha terminado ya el tiempo de la espera. Hay algo nuevo que está aquí, que viene a nosotros. Su venida no depende de nuestro esfuerzo sino de la voluntad de Dios. Ha sido él el que ha roto los plazos y se ha presentado en medio de nuestro mundo. Sin avisar. Sin pedir permiso. En nosotros está acoger ese Reino que viene a nosotros. A que le acojamos convenientemente se dirigen las últimas palabras de Jesús invitándonos a la conversión y a la fe.

Se ve que el niño de Belén, al que hace poco celebrábamos entre villancicos y fiestas, ya ha crecido y tiene algo que decirnos. No es un juguete sonrosado con el que podamos hacer lo que queramos. Nos habla como a personas adultas, nos invita a cambiar de vida, a convertirnos. Para acoger el Reino de Dios que está cerca. Porque el tiempo se ha cumplido. Ya no es tiempo de excusas. Dios está aquí y nos llama.

Por eso el mensaje de Jesús, que, al principio, parece dirigirse a todos los que le escuchan de una forma abstracta y general, termina por hacerse concreto. Y sus palabras se pronuncian directamente para Simón y su hermano Andrés. Y para Santiago, el hijo del Zebedeo, y su hermano Juan. Jesús pasa a su lado y no los deja tranquilos. Los llama. Los invita a convertirse, a cambiar de vida, a seguirle. Les da una misión. Lo suyo ya no va a ser pescar peces sino pescar hombres y mujeres, reunir a la familia de Dios, convocar a todos los llamados a participar en el Reino del Padre.

Hoy somos nosotros los que escuchamos esta Palabra. Jesús pasa a nuestro lado y nos invita a convertirnos porque el Reino está cerca. Y luego nos llama por nuestro nombre. Para que le sigamos, para que seamos sus discípulos, para que participemos en la misión de reunir a los hijos de Dios perdidos y formemos la familia de los hijos en torno al Padre. El momento es apremiante, como dice Pablo en la carta a los Corintios. ¿Vamos a perder también esta oportunidad?

Fernando Torres

Nuevo número de La Vidirera


El número 96B de la hoja informativa parroquial La Vidriera ya puedes descargarlo haciendo click aquí.

viernes, 12 de enero de 2018

Evangelio del Domingo


En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.» 
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. 
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?» 
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» 
Él les dijo: «Venid y lo veréis.» 
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. 
Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).» 
Jn 1,35-42
Todos estamos llamados a seguir a Jesús

Hoy se habla mucho de las vocaciones. O mejor, de la falta de vocaciones. Seminarios y noviciados de las congregaciones religiosas, tanto masculinas como femeninas, parecen estar casi vacíos. ¿Es que no hay vocaciones como antes? ¿Es que no hay chicos y chicas que escuchen la llamada de Dios?

Las lecturas de este domingo nos plantean el itinerario más básico de la vocación cristiana. No de la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa sino a la vida cristiana. Sólo el que escucha la voz de Dios que le llama a la vida cristiana podrá luego pensar si tendrá que vivir esa vida como laico casado o casada o como sacerdote diocesano o como religioso o religiosa. Pero lo básico será siempre ponerse a la escucha y no confundir la voz de Dios con las muchas voces que en nuestro mundo nos ofrecen caminos aparentemente hermosos y llenos de buenas perspectivas pero que, quizá, a la larga, no terminan de dar todo lo que prometen. Esa necesidad de escuchar bien y de identificar las diversas voces que nos llaman se pone de manifiesto en la primera lectura. El pequeño Samuel escucha la voz de Dios que le llama, pero, quizá por su juventud, cree que es su maestro Elí el que le llama. Necesita enseñanza, orientación y ayuda para discernir y darse cuenta de que la voz que le llama es el mismo Dios.

La siguiente etapa de la vocación cristiana es seguir a Jesús y escucharle. Mejor todavía, entrar en su casa y quedarnos con él, convivir con él, sentir con él, compartir sus sentimientos e ideales. Hasta hacerlos nuestros. Eso es lo que hicieron aquellos discípulos de Juan que vieron pasar a Jesús. “Maestro, ¿dónde vives?”. La respuesta es clara: “Venid y lo veréis”. No hay más camino que ir por nosotros mismos y experimentar. Conocer a Jesús de cerca es una experiencia personal que nadie puede hacer por nosotros.

Sólo cerca de él, sentiremos que cambia nuestra vida y que ésta toma una nueva y definitiva dirección porque el Evangelio se convierte en su centro. Es lo que en el Evangelio se simboliza con el cambio de nombre de Simón. Su nuevo nombre “Cefas-Pedro” tiene que ver con la misión que se le encarga al servicio del Evangelio. O lo que en la lectura de la primera de Corintios se sugiere al decir que ahora el cristiano es templo del Espíritu Santo. ¡Ojalá todos escuchemos la voz de Dios que nos llama a vivir al servicio del Reino que Jesús predicó! Porque lo otro, ser sacerdotes, vivir en matrimonio o comprometerse en la vida religiosa, vendrá como consecuencia.

Como gotas de agua que se funden en el mar


Comienza el año y con él se renuevan los buenos propósitos, no sabemos cuántos conseguiremos, pero no hay que dejarlo de intentar. Ahora también puede ser el momento de plantearnos cómo tiene que ser nuestra relación como cristianos, que viven su fe desde la parroquia de San José Obrero, atendiendo a los retos y necesidades propias de nuestro barrio, de nuestra sociedad y de nuestro tiempo.

Hay canciones que nos son muy familiares porque las hemos escuchado y cantado muchas veces, pero quizás por eso no nos hemos parado a profundizar en el mensaje que nos pretende transmitir esa composición musical. Un claro ejemplo es el cántico de comunión que lleva por título “Una espiga dorada por el sol” que fue compuesta por el sacerdote músico Cesáreo Gabaraín. Esta canción, al igual que otras del mismo autor, pueden ser consideradas obras maestras de la música sacra actual. Junto a una melodía fácil de aprender aparece una letra muy poética que encierra un significado que nos puede servir de pequeños consejos para vivir adecuadamente en nuestra comunidad parroquial.

Una estrofa de esa canción nos dice “como gotas de agua que se funden en el mar, los cristianos un cuerpo formarán”. Sin duda el compositor se está inspirando en la primera carta de San Pablo a los Corintios, en la que el apóstol de los gentiles nos dice que los miembros son muchos pero que forman un solo cuerpo. El músico nos transmite la misma idea de una forma más poética, con la imagen de las gotas de agua que son muchas y cada una diferente, pero al fin y al cabo todas son necesarias y se funden unas con otras para formar algo más grande como es el mar. En ese mar cada gota deja a un lado su individualidad, lo que la hace diferente y eso es lo que enriquece y forma la comunidad.

La imagen del agua, formada por muchas gotas, también nos hace reflexionar sobre el poder de la comunidad. Gota a gota se llegan a erosionar las piedras, se abre surco donde parecía imposible, así es el trabajo de los agentes pastorales, acompañar estar al lado de las personas que lo necesitan. La lluvia fina es la que verdaderamente llega a calar la tierra, mantenerse firmes en la fe es lo que sostiene la Iglesia y ser coherentes entre lo que predicamos y lo que hacemos da credibilidad al mensaje que transmitimos. El agua al entrar en el mar se vuelve salada, así también nosotros tomamos la esencia, la sal y el apoyo del resto de la comunidad. También es normal que el agua se evapore, regresa a su origen para volver a empezar el ciclo, del mismo modo nosotros en momentos de incertidumbre y debilidad necesitamos volver a sentir el aliento de nuestros hermanos en la fe.
Comencemos el año con alegría, con ilusión y con el firme propósito de ser gotas que se unan a otras y fundiendo nuestras vidas podamos formar el mar de la Iglesia que se hace vida en nuestra comunidad parroquial.

Nuevo número de La Vidriera


El nuevo número de la hoja informativa parroquial La Vidriera ya está disponible aquí.

Este fin de semana podrás recogerla en papel en la Parroquia.